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El estado nacional mexicano y las políticas educativas del lenguaje en el siglo XIX

Susana López Guerra

Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro

Marcelo Flores Chávez

Colegio de Bachilleres del Estado de Querétaro

En este trabajo se presentan las políticas para la enseñanza de la lengua -organizadas con el valor de la modernidad, propio de la Ilustración- desde la independencia al siglo XIX y se estudia la relación de esas políticas con la formación del estado nacional mexicano y la identidad nacional. En la primera parte se revisa cómo los gobiernos liberales se propusieron aglutinar social y políticamente a la población y generar la adhesión a un gobierno nacional mediante los rituales escolares, la enseñanza de la historia, y la imposición del español como lengua común. Finalmente, en el segundo apartado se desarrolla la idea de cómo la integración nacional se asoció a la unificación lingüística y orientó las políticas educativas del lenguaje. El español, como la Lengua Nacional, llegó a ocupar la posición central en el sistema educativo mexicano, que se proyectó y organizó de acuerdo a la estructura y funcionamiento que ahora conocemos.

Identidad nacional y lenguaje en el México independiente:

a definición de lo nacional es controvertida. Para Benedict Anderson (2002) las naciones o las patrias son entidades abstracta, conceptos o ideas construidos en el imaginario colectivo mediante artefactos como el libro, la prensa, las artes gráficas o el mapa. Para Ana María Rivadeo (1994) la nación tampoco es una categoría inmediata sino producto de la reflexión teórica; supone al capitalismo como modo de producción dominante y se define desde la categoría de Gramsci de hegemonía (predominio ideológico de normas y valores burgueses sobre las clases subordinada) como un espacio de articulación orgánica contradictoria entre la sociedad civil, el estado y las formas ideológicas. 

El ascenso del capitalismo como modo de producción dominante en México y la influencia del liberalismo político francés, económico inglés-norteamericano  y la promulgación de la Constitución liberal de Cádiz  en la Nueva España alentaron las ideas de soberanía nacional e independencia (Galeana, 2004). La querella entre liberales y conservadores en la construcción de la nueva nación se centró en los principios sobre los cuales constituir la nueva nación en lo económico y en lo político, pero sobre todo en el perfil de la identidad nacional (Meneses Morales et al., 2001, p. 84).

Los conservadores proponían restaurar el modelo económico y social, así como los valores tradicionales propios de la colonia, habida cuenta de la prosperidad económica del Virreinato. Josefina Zoraida Vázquez ha desmentido la tesis del máximo exponente de los conservadores, el intelectual Lucas Alamán, sobre el auge económico colonial previo a la independencia. Apoyada en los estudios de Brian Hammnett revela que para 1808 la Nueva España había perdido la productividad, la cohesión y la opulencia que la convirtieron en "la joya" de la Corona española. Las causas las identifica en las reformas borbónicas modernizantes de la administración virreinal, previas a la Independencia. Las reformas descentralizaban la administración de la ciudad de México hacia las provincias, para centralizarla nuevamente en la península. El resultado fue la atomización de la administración local  con beneficios aún mayores para la metrópoli, en detrimento de la colonia (Zoraida Vázquez, 1994, p. 12).

Los liberales propusieron un estado nacional independiente con el ideario de la modernidad propio de la Ilustración, por ello afirma Reyes Heroles en su clásico texto El liberalismo mexicano, el estado nacional, el liberalismo y la modernidad en México se dieron de manera indisociada (Reyes Heroles, 1988, p. XII). Las políticas educativas modernizantes del siglo XIX respondían al valor dado al individuo a partir de los valores seculares de la Ilustración, en cuanto a igualdad de oportunidades y participación ciudadana, conocimiento racional, así como a la necesidad de contar con estabilidad política y fortaleza del Estado nacional (Ramos Escandón, 1994, p. 41).

Para el estado liberal es fundamental que las cosas comunes públicas se discutan en un mismo lenguaje, en un idioma nacional (Heller, 2002, p. 224); pero diferente a la comunicación universal y elitista del latín. Ante la diversidad de lenguas en el país, en casi todos los discursos políticos del México independiente se consideraba esencial la unidad lingüística y la castellanización; un factor primordial para la construcción y consolidación de la nueva nación (Tanck Estrada, 1984; VV. AA., 1977, pp. 89-90). Esto es comprensible pues al inicio del movimiento de independencia de los de 6 millones de habitantes -la gran mayoría indígenas, quince mil europeos y un millón de criollos-, solamente 30 mil sabían leer y escribir el castellano y el resto, el 99.38% de la población era iletrada (Reyes Heroles, 1988, p. XII). Los liberales cuestionaban ¿cómo esa masa de analfabetas podrían exigir sus derechos humanos y  cumplir sus deberes ciudadanos?

La esperanza de los liberales mexicanos para la conformación de una identidad nacional y progreso económico y social se cifró en la educación como el instrumento indispensables de modernización social. La educación entendida en un sentido amplio: instrucción en los deberes religiosos y morales del pueblo y en los deberes y derechos de los ciudadano, contrario a los contenidos elementales de la instrucción primaria previa donde se enseñaba a leer, escribir y a memorizar el Catecismo del padre Ripalda, tal y como narra Benito Juárez los contenidos y métodos educativos de la instrucción primaria de la época, sufridos por él en su infancia (Juárez, 1987, pp. 11-13)

Estados Unidos de Norteamérica ha sido el paradigma de modernidad, desarrollo y democracia para los países latinoamericanos, por eso para los liberales mexicanos del siglo XIX el referente fueron las teorías pedagógicas del progreso-educación, que prescribían que para el logro del progreso social y económico del país había que imitar el modelo del capitalismo norteamericano1. Sin embargo el problema educativo nacional era mayor, sobre todo por la carencia de docentes, por lo cual la solución inmediata se vislumbró en el sistema inglés de Lancaster y Bell: moderno, eficiente, útil y racional, con posibilidad de instruir con escaso personal docente a una numerosa población analfabeta.

El método lancasteriano se cifraba en la enseñanza mutua que utilizaba como monitores a los niños más avanzados para enseñar al resto de los compañeros de clase. En el gobierno de Agustín de Iturbide se fundó la Compañía Lancasteriana de México el 14 julio de 1822 y la primera Escuela Normal en 1823 en el Ex-convento de Belén; institución que otorgaría licencias para el ejercicio docente hasta el año de 1890. Originalmente esta escuela se proyectó para instruir a mil 386 alumnos de primeras letras, estudios avanzados y normal con un solo maestro (Tanck Estrada, pp. 180-181). El sistema lancasteriano se organizaba en tres grandes apartados: "I. La Escuela y su aparato. II. La clasificación de la escuela y división de la enseñanza. III. Las instrucciones generales del orden." (Bravo Ahuja, 1977, p. 61)

Para la enseñanza inicial de la lectura se utilizaba La Mantilla No 1, del profesor de Lengua y Literatura española de la Universidad de Nueva York, Luis F. Mantilla. (González Urrutia, et al., 1984, 142.) El método didáctico se centraba en el fonema, el grafema y la morfología de la palabra; el deletreo y silabeo de vocales y el alfabeto en minúsculas y mayúsculas. Se continuaba así hasta la aplicación de sílabas directas de tres letras en palabras y frases separadas por guiones, presentación de sílabas con palabras, frases, oraciones y aplicación de ellas, -con ilustraciones de grabados en tinta negra-; composiciones de prosa o en verso sobre temas de moral, religión, urbanidad, utilizando fábulas. El resto de la enseñanza de la lectura se realizaba con los siguientes números de "La Mantilla" (Barbosa Heldt, 1973, pp. 30-32.). Para la enseñanza de la escritura cada acción era detallada minuciosamente por el manual lancasteriano así como la disposición del edificio y el material escolar prescrito, la organización escolar y el método de enseñanza2. Por lo anterior Bravo Ahuja cuestiona la posibilidad de que se hubiese aplicado la escuela lancasteriana en las comunidades rurales e indígenas, habida cuenta las carencias del medio rural por lo cual considera que con la Compañía Lancasteriana la educación estuvo restringida a la población urbana.

El liberal José María Luis Mora consideraba que la modernización económica, política, social y cultural del país no se realizaría mientras la iglesia católica dominara la vida pública del país (Florescano, 2004). Hasta ese momento, dice Meneses Morales (2001), los cambios jurídicos educativos no significaron cambios reales en la educación, pero el año 1833 marcó el triunfo inicial ideológico-político de los liberales sobre los conservadores al considerar la educación competencia del estado y sustraer formalmente la enseñanza de manos del clero con el proyecto de educación pública (Kovacs, 1990, p. 73). Con esta reforma se promulgó la ley para la fundación de las escuelas normales públicas -una para hombres y otra para mujeres-, donde se formaría al profesorado de educación pública en el método de enseñanza mutua; además de las materias de lógica, moral, aritmética y catecismos -político y religioso-, y por primera vez de manera oficial, la enseñanza de la gramática castellana. En el plan de 1842 en la normal lancasteriana se agregarían las materias de caligrafía y retórica (Meneses Morales et al., 2001, p. 142).

La lucha de intereses, el caos político y la bancarrota económica, el golpe de estado y la corrupción del ejército y magistrados facilitó la segregación de Texas, con el catastrófico desenlace de la invasión norteamericana. Después de 1848, cuando más de la mitad del territorio nacional quedó mutilado con el ignominioso tratado de Guadalupe Hidalgo, la desolación imperó en la población e intelectualidad, con el corolario de la venta de La Mesilla por Santana en 1853. El inminente riesgo de la escisión de Chiapas y Yucatán marcó la urgencia de la unificación nacional para evitar más pérdidas territoriales.

Después de que los conservadores firmaron el tratado de Guadalupe Hidalgo, los sucesivos gobiernos liberales, que desplazaron del poder a los conservadores, se propusieron aglutinar social y políticamente a la población. En 1854 se lanzó la convocatoria para la música y letra del Himno Nacional Mexicano. Lo importante era generar la adhesión a un gobierno nacional mediante la educación, con el moldeamiento de la identidad y la conciencia nacional de las nuevas generaciones mediante los rituales escolares -veneración de los símbolos nacionales: bandera, himno y panteón de héroes-, la enseñanza de la historia, y la imposición del español como lengua común (Vázquez K., 2000, p. 51).

Lengua Nacional: positivismo y modernidad en México

Como resultado de las Leyes de Reforma, se establecieron en 1861 los principio educativos de "laicidad, gratuidad y obligatoriedad", con lo cual se suprimió la enseñanza del catecismo. La contradicción entre los principios de libertad y la necesidad política de la vigilancia estatal sobre la influencia de la iglesia en la educación, la resolvieron los liberales con la primera reforma educativa juarista, encargada a Ignacio Ramírez El Nigromante3. El artículo 1º de la Ley sobre Instrucción Pública del 15 de abril de 1861 dispuso que la enseñanza primaria quedase bajo la inspección del gobierno federal, encargado de uniformar los programas de la escuela primaria -las materias serían: moral, lectura, escritura, elementos de gramática castellana, aritmética, y las nuevas materias de lectura de las leyes fundamentales, sistema legal de pesas y medidas, canto, y costura y bordado obligatorio para las mujeres- (Bermúdez, 1997, pp. 128-129). También se estableció que los futuros maestros de primaria deberían titularse en las escuelas gubernamentales, haciendo del magisterio una profesión de estado.

Con la invasión francesa se dio un "encuentro de liberalismos"; el francés de Napoleón III, el austriaco del Archiduque Maximiliano, el belga con Carlota hija del Rey Leopoldo de Bélgica, protestante liberal, y el liberalismo mexicano. Maximiliano ratificó en México la reforma liberal juarista y confirmó la razón de crear un estado soberano por encima de las corporaciones, contribuyó a la derrota total del partido clerical (Galeana, 2004, p. 99-100).

Los intelectuales mexicanos se polarizaron; por una parte los defensores de la monarquía, aquellos con pensamiento conservador, pero también algunos liberales -como Próspero C. Vega, quien fue designado por Maximiliano para dirigir el Colegio de San Ignacio en Querétaro y posteriormente defendió a Tomás Mejía en 1867 (Ratz, 2004, pp. 54-55)-; y por otra sus detractores y partidarios de la defensa de la República independiente y contra la intervención imperial.

Según los estudios de Carballo, en esta época el panfleto, el periódico y la epístola eran "el pan de cada día" de la época, indispensables para enterarse, expresar y circular las ideas políticas, sociales e ideológicas del momento. En este período se cultivó la literatura romántica mexicana y existió una enorme riqueza literaria e intelectual "que haría palidecer a toda historia de la literatura nacional posterior" (Carballo, 2002). La recuperación histórica de la literatura política y literaria que realiza Carballo de este periodo nos permite comprender la formación de la opinión pública en México como "opinión de voluntad política en forma racional" , es decir la formación de la participación ciudadana consuetudinaria democrática, uno de las características fundamentales del liberalismo (Heller, 2002, p. 224).

Maximiliano se propuso modernizar la educación en México y ponerla al nivel de las naciones más avanzadas de su época. En sus distintos recorridos a Querétaro, León y Puebla encontró que la enseñanza era "levítica". La educación primaria para el Imperio debería ser púbica, gratuita y obligatoria, la educación secundaria general y propedéutica para la educación superior y especial; atención en la enseñanza de las lenguas clásicas para el desarrollo intelectual y la enseñanza de "las lenguas cultas vivas, absolutamente indispensanbles para un pueblo que quiere tomar parte en los acontecimientos del mundo..." (Ratz, op. cit., p. 57).

Según Rabasa, después de la Restauración de la República sobre el Segundo Imperio se dio la plena fusión de la idea liberal con la idea de patria (Rabasa, cit. por Reyes Heroles, 1988, p. XII) Con el triunfo del liberalismo juarista se vertebró una identidad nacional y a partir de este momento los liberales detentaron la hegemonía del poder y constituyeron un estado nacional centralizado y fuerte que impulsaría el capitalismo.

Juárez determinó que el desarrollo económico del país era la tarea prioritaria; pensaba que el orden, la destreza y las actitudes favorables a la industrialización se conseguirían por medio de la educación, por lo que encargó a Barreda y otros colaboradores un proyecto de educación. Barreda consideraba que para poner fin al caos en el que había vivido la nación se requería poner orden en la mente de los mexicanos y esto se conseguiría con el positivismo (Vázquez K., 2000, p. 56).

La modernidad en México se lograría mediante el arribo al estadio social científico y de la razón, la guía de la reforma educativa estaría formada por la mecánica y la dinámica social del positivismo: orden y progreso. El emblema del proyecto educativo de Barreda fue la Escuela Nacional Preparatoria en donde se formaría a las nuevas generaciones de elite en una conciencia científica, mientras que para la mayoría de la población la educación se reduciría a conocimientos elementales.

Joaquín Baranda, también positivista y secretario de Justicia e Instrucción de Porfirio Díaz durante diecinueve años, advirtió veinte años después que el espíritu nacional, patente en las otras áreas de la administración pública no lo era en la educación. Pensaba que la ausencia de uniformidad en los programas y contenidos escolares eran la causa, por lo cual propuso una serie de leyes tendientes a la creación de un sistema de educación nacional y la correspondiente formación del profesorado . La Escuela Normal de profesores fue su obra, y a diferencia de la Escuela Preparatoria de Barreda, sería popular y formaría en una conciencia pedagógica (Aguirre Beltrán, 1983, passim 113-126).

A partir de este momento se multiplicaron las escuelas normales en el país, de tal suerte que de las cinco existentes en 1874 sumaban diecinueve en 1900, constituyendo al magisterio un actor profesional con identidad social propia , aunque la labor se circunscribiría a los sectores urbanos (Kovacs, 1990, 78-79)4.

La idea de integración nacional nuevamente se asoció a la unificación lingüística y orientó las políticas educativas del lenguaje. En los Congresos Pedagógicos Nacionales se determinó que el idioma español hablado en México --producto de la compenetración de las razas indias e hispánica-- era la Lengua Nacional y ocuparía la posición central en el sistema educativo mexicano (Brice Heath, 1992, p. 117). El sistema educativo mexicano se proyectó y organizó de acuerdo a la estructura y funcionamiento que ahora conocemos.

Con las ideas del positivismo Carlos A. Carrillo, inspirado en el pedagogo Jacotot, propuso la metodología simultánea o colectiva para educar a los mexicanos en el perfeccionamiento y desarrollo de la potencia individual y de la humanidad, "en su evolución triunfal hacia el progreso". Su metodología para la enseñanza de la lecto-escritura fue presentada en el famoso texto Lectura y escritura simultánea (Carrillo, 1907, pp. 321-363). El método simultáneo enseñaba la lectura y escritura al mismo tiempo, clasificaba en grupos homogéneos a los alumnos y el maestro se dedicaba a la enseñanza de cada grupo aislado, ocupando a los demás grupos de niños con trabajo "en silencio". Este método de marcha analítica, se dividía en tres partes: presentación de la palabra en enunciados, sílabas y letras.

A pesar de ser pionero en esta metodología en México, la didáctica de Carrillo no tuvo en su época la difusión suficiente, de mayor impacto fue el método de Enrique Rébsamen, quien consideraba el lenguaje el núcleo de toda la enseñanza, incluso sobre el de la historia nacional. En su texto La guía metodológica de la enseñanza de la escritura y lectura de 1899 presentaba las características didácticas del método: el fonetismo, la objetividad, la marcha analítico-sintética y la enseñanza simultánea de la escritura y la lectura. Constaba de cuatro etapas: la presentación inicial de las letras manuscritas, después las impresas, las "palabras normales" en minúsculas y finalmente en mayúsculas5. En 1902 se cambió el Plan de Estudios de la Escuela Normal de Profesores con las orientaciones del método de Enrique Rébsamen; se ofrecían cuatro cursos de metodología, cuatro de pedagogía, ciencias naturales y de ciencias sociales. En el área de lenguaje: francés e inglés y tres cursos de español, caligrafía, literatura general y en el quinto año literatura (Secretaría de Educación Pública, 1984, pp. 259-260).

Como el Método Rébsamen era demasiado lento y racional para la alfabetización inicial, Gregorio Torres Quintero presentó en 1908 un método más económico en tiempo y esfuerzo para la enseñanza; en este método se presentaban sonidos -humanos, de animales o de cosas- a partir de los cuales se deducían los sonidos de las letras: el método onomatopéyico (Barbosa Heldt, 1973, 47-68). De inmediato se cambiaron los planes de estudio de las escuelas normales adoptando el nuevo método.

Justo Sierra reiteradamente insistía en que la castellanización era un factor inestimable de unificación de la nación, consideraba en peligro permanente la integridad nacional ante el expansionismo norteamericano. Era comprensible la preocupación de Sierra, a principios del siglo XX del total de la población de México el 80% era analfabeta. Por ello se promulgó la "Ley del desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio" el 15 de agosto de 1908.

Porfirio Díaz implementó un programa urgente de educación en contenidos básicos y elementales con el programa "Escuelas rudimentarias", que el pueblo sarcásticamente nombró "Peor es nada". León de la Barra continuó este proyecto y Madero lo retomó impulsando la enseñanza de la lectura, escritura y las operaciones elementales para la castellanización de los indígenas en toda la República. La ciudadanía de entonces consideraba que el problema del analfabetismo más bien era porque no se mejoraban las condiciones materiales de vida de la población y por los insuficientes insumos culturales como los libros. La pobreza del programa levantó tales protestas que se suspendió (Loyo, 1997, pp. 249-250).


*Este trabajo es la continuación del artículo:

LÓPEZ GUERRA, Susana y Jorge Marcelo Flores. "Colonialismo y modernidad: la enseñanza del español en la Nueva España", en línea. México, Odiseo, revista electrónica de pedagogía. Año 2, núm. 3. 1 de noviembre de 2004. Dirección URL:
http://www.odiseo.com.mx/2004/07/03lopezflores_colonialismo.htm
(ISSN 1870-1477).


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Notas:

1 Las teorías progreso-educación fueron elaboradas de acuerdo al "Destino manifiesto" que justificaba  el expansionismo territorial, económico, político de los Estados Unidos. Inicialmente diseñadas para consumo interno norteamericano y posteriormente proyectada a Latinoamérica como teoría educativa (Puiggrós, 1989, p. 59).

2 "...El instructor de la primera [fila] rige á sus alumnos con la voz de mando, atención, ponen los niños el dedo índice sobre la mesa en el borde interior y levantan la cabeza. En seguida señalará con el puntero una letra del tablero, ó de las que están en sus cartones: los niños dirigen la vista hacia la letra, y doblando los dedos de la mano derecha, menos el índice, mantienen la mano izquierda en la rodilla. El instructor pronuncia en alta voz la letra, por ejemplo N, y dice ene: entonces los niños levantan y descansan el brazo izquierdo sobre el borde interior de la mesa y con el dedo índice de la mano derecha, trazan en la arena la letra indicada. Cuando la han trazado, manda el instructor manos abajo; los niños inmediatamente bajan sus manos á las rodillas y permanecen en esa posición (...) Por la mañana se trazan las letras mayúsculas, y por las tarde las minúsculas, teniendo cuidado que los niños distingan las letras b. d. p. q por sus semejanza: trazarán una sola letra cada vez, y hasta que no estén corregidas no se pasará á otra. Si la primera clase ocupa más de una mesa, se nombrará para cuidar de la segunda un ayudante que sepa trazar las letras en la arena." Sistema de enseñanza mutua para las escuelas de primeras letras de los Estados de la República Mejicana, por la Compañía Lancasteriana. México, reimpresión de Agustín Guiol. 1833, 91 págs. La cita se hace a partir de la reproducción facsimilar de Gloria Bravo Ahuja (1977, 71).

3 Gonzalo Aguirre Beltrán (1983, 67-87) sostiene que fue una contradicción de los liberales, pues a pesar de su profunda convicción sobre la libertad de los padres para decidir sobre la educación que debían recibir sus hijos consideraron necesario acotar a sus enemigos, los conservadores, quienes pretendían la destrucción de las instituciones liberales utilizando dicha libertad.

4 Los métodos como los materiales para la enseñanza estuvieron distantes de la realidad de los indios, faltó la necesaria formación del profesorado para esta labor. De esta manera la educación para la población rural, mayoritariamente indígena fue casi inexistente (Bravo Ahuja, 1976, pp. 60-110).

5 Las "palabras normales" refieren a nombres conocidos del niño, que ofrecen todos los elementos de sonidos y letras del lenguaje hablado y escrito. La enseñanza de las palabras normales iba de lo fácil a lo difícil, tanto en la lengua hablada como en la escrita; el orden de presentación -incluido el elemento nuevo- era: mamá (m), nene (n), luna (l), nido (d), tina (t), pato (p), gato (g suave), cama (c fuerte), loro (r), perro (rr), soldado (s), jacal (j), fusil (f), verano (v), barco (b), llorón (ll), yunta (y), muñeca (ñ), herrero (h), chino (ch), quinta (q), kiosco (k), zopilote (z), cera (c suave), gigante (g fuerte).  Barbosa Heldt (1973, 35-47).

 

Odiseo, revista electrónica de pedagogía. Año 2, núm. 4. 18 de junio de 2005.
http://www.odiseo.com.mx/2005/01/04lopezflores_estado.htm (ISSN 1870-1477)





 
 



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